Amenaza lluvia en La Albufera, apenas se adivina el punto donde el cielo se funde con la laguna. Algunos valientes, han salido a dar un paseo en barca aunque ya caen las primeras gotas. La verdad es que esto, me genera cierta envidia sana. Tan solo nos separan diez kilómetros de Valencia y parece que estamos en otro mundo. La carretera comarcal que tomamos, discurre como una lengua entre la laguna y el Mediterráneo escondido por una capa abrumadora de matorral denso e impenetrable. Pino carrasco y rodeno y entre tanta maraña de verde, asoman los palmitos y el mirto, cuyo intenso aroma me recuerda a una mezcla de limón y eucalipto. Indudablemente, la mejor experiencia, es perderse por sus rutas senderistas y admirar la gran cantidad de especies de aves casi en peligro de extinción y disfrutar de sus magnificas puestas de sol. Nosotros, nos dirigimos al pequeño pueblo de pescadores de El Palmar que hiciera famoso el escritor Blasco Ibáñez en su novela Cañas y Barro. En realidad, es casi una isla entre huertas y cultivos de arroz. Lo que más llama la atención, son sus canales por donde discurren las barcas que todavía usan los pescadores para faenar de una manera totalmente tradicional. El otro atractivo lo añaden las típicas barracas valencianas, que antiguamente eran las viviendas de los pescadores, os aconsejo que visitéis la Barraca del Tío Aranda del siglo XIX y que es la más antigua que se conserva. El Palmar está repleto de restaurantes y arrocerías donde disfrutar del autentico sabor mediterráneo. Hoy vamos a conocer el restaurante La Albufera con una larga trayectoria desde el año 1963. Me ha encantado la situación de nuestra mesa frente al canal aunque el día esté triste. La carta contiene una gran variedad de platos valencianos y nos han dicho que su all i pebre está riquísimo (guiso con anguila, patatas y guindilla) pero al final, nos decidimos por unos entrantes de pulpo que preparan delante de ti. Este va sobre una cama de puré aderezada con pimentón y flambeada, también nos encantó el tomate valenciano con ventresca de atún. Detrás, como no, pedimos una paella valenciana que nos resultó muy abundante y para terminar, una tarta de manzana casera. Todo estaba buenísimo y seguro que volveremos. No podíamos marcharnos de allí sin dar un paseo por los alrededores y para hacer algunas compras en un horno de pan artesanal del que además nos llevamos un poco de todo para hacernos la tarde más amena. Si no conocéis La Albufera, tenéis que apuntarlo como destino indispensable si venís por Valencia.
Carmen
que bonito!
Que paraíso!!! Ganas de recorrerla de nuevo